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de luz que ilumina la aparición de un sentimiento nuevo en la aglomeración fortuita. Se reunen del mismo modo que las anteriores, y cada una excava por su cuenta su habitación subterránea; pero la entrada, el pasadizo que conduce de la superficie del suelo á las madrigueras separadas, es común. «Así—dice el mis»mo J. Pérez, para todo lo que es el trabajo de »las celdas, cada cual obra como si se hallara »sola; pero todas utilizan la galería de acce»so; todas, en esto, aprovechan el trabajo de una »sola, ahorrándose de ese modo el tiempo y el Desfuerzo de establecer una galería particular.

» Sería interesante averiguar si ese mismo traba»jo preliminar no se ejecuta en común, y si no »se relevan varias hembras para tomar parte »sucesivamente en él.» Sea como sea, la idea fraternal acaba de perforar la pared que separaba dos mundos. Ya no es el invierno, el hambre ó el horror de la muerte lo que la arranca al instinto, trastornada é irreconocible; la sugiere la vida activa. Pero esta vez, también, se detiene de pronto, no logra extenderse más en esa dirección. No importa; no se desanima por eso, ensaya otros caminos.

Y hela aquí penetrando entre los abejorros, donde madura, donde toma cuerpo en una atmósfera diferente, donde opera los primeros milagros decisivos.