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es permanente y la otra efímera. En efecto, la de los abejorros va á perecer toda entera en el otoño; sus cuatrocientos habitantes morirán sin dejar huella de su paso, toda su labor quedará dispersa, y sólo les sobrevivirá una hembra que, á la primavera siguiente, recomenzará en la misma soledad y desnudez que su madre, el mismo inoficioso trabajo. Pero no por eso queda menos demostrado que, esta vez, la idea ha tenido ya conciencia de su fuerza. En los abejorros no la vemos trasponer ese límite, pero inmediatamente después, fiel á su costumbre, por medio de una especie de metempsícosis infatigable, va á encarnarse, palpitante aún por su último triunfo, todopoderosa y casi perfecta, en otro grupo, el penúltimo de la raza, el que precede inmediatamente á nuestra abeja doméstica que la corona; me refiero al grupo de los Meliponinos, que comprende las Meliponas y las Trigonas tropicales.

XIII

Entre ellas todo está organizado como en nuestras colmenas. Tienen una madre, probablemente única, (1) obreras estériles y machos.

(1) No es seguro que el principio de la soberanía ó de la maternidad única sea rigurosamente respetado entre los Meliponinos. Blanchard cree con razón que, hallándose desprovistos de aguijones y no pudiendo, por consiguiente, matarse con tanta facilidad como las