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apariencia toma este camino, cuyo término no es desconocido. En lo que á nosotros se refiere, bastará con hacer observar el cuidado con que la Naturaleza se dedica á conservar y á fijar en la raza que evoluciona, todo lo conquistado sobre la inercia hostil de la materia. Señala un paso á cada esfuerzo feliz, y pone á través del retroceso que sería inevitable después del esfuerzo, no se sabe qué leyes especiales y benévolas. Ese progreso, que sería difícil negar en las especies más inteligentes, no tiene quizá otro objeto que su movimiento mismo, é ignora adónde va. De todas maneras, en un mundo en que nada, salvo algunos hechos de este género, indica una voluntad precisa, es bastante significativo ver que ciertos seres se elevan así, gradual y continuamente, desde el día en que abrimos los ojos; y aunque las abejas nos hubieran enseñado sola—mente esa misteriosa espiral de fulgores en la noche omnipotente, ya sería lo bastante para no lamentar el tiempo consagrado al estudio de sus pequeños movimientos y de sus humildes costumbres, tan alejadas y sin embargo tan próximas á nuestras grandes pasiones y á nuestros destinos orgullosos.