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sus carretas iluminadas, sus armarios y sus relojes que brillan en el fondo de los corredores; sus arbolitos alineados á lo largo de los malecones, y los canales, que parecen aguardar alguna ceremonia bienhechora é ingenua; sus buques y sus barcas de pasajeros, de popa esculpida; sus puertas y sus ventanas semejando flores; sus esclusas irreprochables; sus puentes levadizos minuciosos y multicolores; sus casitas barnizadas como lozas armoniosas y resplandecientes de las que salen mujeres en forma de campanillas y adornadas de oro y plata, para ir á ordeñar las vacas en prados rodeados de barreras blancas, ó tender la ropa en la alfombra recortada en óvalos y losanges, y meticulosamente verde, de los céspedes floridos.

Una especie de anciano sabio, bastante parecido al viejo de Virgilio.

Homme égalant les rois, homme approchant des dieux, Et comme ces derniers satisfait et tranquille, hubiera dicho La Fontaine, habíase retirado allí, donde la vida parecería más estrecha que en otra parte, si fuese posible estrechar realmente la vida. Allí había levantado su refugio, no hastiado el justo no conoce los grandes hastíos,sino algo fatigado de interrogar á los hombres que contestan menos sencillamente que los animales y las plantas, á las únicas preguntas interesantes que se puedan hacer á la Naturaleza y á las leyes verdaderas. Toda su felicidad, lo mismo que la del filósofo escita, consistía en las