Página:La vida de las abejas (1909).pdf/26

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 20 —

Las obliga a reducir el número fastuoso de los amantes que aguardan el nacimiento de las princesas. En una palabra, hace de ellas lo que quiere, y obtiene de ellas lo que pide, con tal que su pedido se someta á sus virtudes y á sus leyes, porque á través de las voluntades del dios inesperado que se ha apoderado de ellasdemasiado vasto para ser discernido y demasiado extraño para ser comprendido,—miran más le jos de lo que mira ese dios mismo, y sólo piensan en cumplir, con inquebrantable abnegación, el deber misterioso de su raza.

IV

Ahora que los libros nos han dicho cuanto de esencial tenían que decirnos, acerca de una historia tan antigua, dejemos la ciencia adquirida por los demás, para ir á ver las abejas con nuestros propios ojos. Una hora que pasemos en el colmenar nos enseñará cosas quizá menos precisas pero infinitamente más vivas y fecundas.

No he olvidado el primer colmenar que vi y en que aprendí á amar las abejas. Hace ya muchos años; era en una populosa aldea de esa Flandes Zelandesa, tan clara y tan graciosa, que, más que la misma Zelanda, espejo cóncavo de Holanda, ha concentrado el gusto á los colores vivos y acaricia los ojos, como con lindos y grandes juguetes, con sus tejados, sus torres y