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algunas de sus costumbres y decimos : hacen esto, trabajan de esta manera, sus reinas nacen así, sus obreras permanecen vírgenes, enjambran en tal época. Creemos conocerlas con esto y no pedimos más. Las miramos revoloteando de flor en flor, observamos el ir y venir palpitante de la colmena; esa existencia nos parece muy sencilla, y limitada, como las demás, á los instintivos cuidados del alimento y la reproducción.

Pero que el ojo se acerque y trate de darse cuenta... ahí está la complejidad espantosa de los fenómenos más naturales, el enigma de la inteligencia, de la voluntad, de los destinos, del objeto, de los medios y de las causas, la organiza ción incomprensible del más mínimo acto de la vida.

III

En nuestra colmena se prepara, pues, la enjambrazón, la gran inmolación á los dioses exigentes de la raza. Obedeciendo á la orden del «espíritu, que nos parece bastante poco explicable, considerando que es exactamente contrario á todos los instintos y á todos los sentimientos de nuestra especie, sesenta á setenta mil de las ochenta ó noventa mil abejas que forman la población total, van á abandonar á la hora prescripta la ciudad materna. No partirán en un momento de angustia, no huirán con resolución repentina y azorada, de una patria devastada por