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P acontecimientos faustos. «Tocan llamada,» dicen los campesinos. En aquel mismo ínstante el inesperado abrigo es aceptado y explorado hasta en sus menores recovecos; millares de pequeñas memorias prudentes y fieles reconocen y anotan su colocación en el colmenar, su forma, su color. Los puntos de referencia de los alrededores son cuidadosamente determinados, la ciudad nueva existe ya por entero en el fondo de sus valerosas imaginaciones, y su ubicación está marcada en la inteligencia y el corazón de todos sus habitantes; dentro de sus muros óyese resonar el himno de amor de la presencia real, y el trabajo comienza.

XXXI

Si el hombre no lo recoge, la historia del enjambre no termina aquí. Permanece colgado de la rama hasta el regreso de las obreras que hacen de exploradores ó de furrieles alados, las que, desde los primeros momentos de la enjambrazón, se han dispersado en todas direcciones, volando en busca de un albergue. Vuelven luego una por una, y dan cuenta de su misión, y ya que es imposible penetrar el pensamiento de las abejas, fuerza es que interpretemos humanamente el espectáculo á que asistimos. Es, pues, probable, que se escuchen atentamente sus informes. Una, sin duda, preconiza un árbol hueco, otra alaba las ventajas de una grieta en una pared vieja, de una cavidad en una