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nejarlos, extraer de ellos la cosecha por medio de la fuerza centrífuga, valiéndose de una turbina, y volverlos á poner en su lugar, como si se tratara de un libro en una biblioteca bien ordenada.

El capricho ó la industria del hombre introduce un día el dócil enjambre en una ú otra de estas habitaciones desorientadas. Toca á la mosquita darse cuenta, orientarse, modificar planos que la fuerza de las cosas quiere inmutables, por decirlo así, determinar en aquel espacio insólito la posición de los almacenes de invierno que no pueden pasar de la zona de calor desprendido por la población medio embotada; á ella le toca, en fin, prever el punto en que se concentrarán los panales de los huevecillos, cuya colocación, so pena de desastre, debe ser casi invariable, ni demasiado alta ni demasiado baja, ni demasiado cerca ni demasiado lejos de la puerta. Sale, por ejemplo, del tronco de un árbol derribado que sólo formaba una larga galería horizontal, estrecha y aplastada, y hela aquí en un edificio elevado como una torre, y cuyo techo se pierde en las tinieblas. O bien, para aproximarnos más á su ordinaria sorpresa, habíase acostumbrado desde hace siglos á vivir bajo la cúpula de paja de nuestras colmenas rústicas, y he aquí que se la instala en una especie de gran armario ó de gran cofre, tres ó cuatro veces más vasto que su casa natal, y en medio de un laberinto de marcos suspendidos unos encima de otros, ora parale-