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son vivas, el punto más propicio, y á menudo el único sitio utilizable del absurdo habitáculo.

Cuando se las instala en una de esas grandes fábricas llenas de marcos de que acabamos de hablar, no tienen en cuenta dichos marcos sino en cuanto les procuran un punto de partida ó puntos de apoyo cómodos para sus panales, y es muy natural que no se ocupen ni de los deseos ni de las intenciones de los hombres. Pero si el apicultor ha tenido cuidado de guarnecer de una faja de cera la tablita superior de algunos de ellos, las abejas comprenderán inmediatamente las ventajas que les ofrece aquel trabajo preparado, estirarán cuidadosamente la fajita, y soldando á ella su propia cera, prolongarán metódicamente el panal según el plan indicado. Del mismo modo, y el caso es frecuente en la actual apicultura intensiva, si todos los marcos de la colmena están cubiertos de arriba abajo con hojas de cerá estampada, no pierden el tiempo construyendo á un fado ó de través, y produciendo inútilmente cera, sino que, al hallar la tarea medio hecha, se contentan con hacer ahondar y alargar cada uno de los alvéolos esbozados en la hoja, rectificando sucesivamente los puntos en que se aparte de la vertical más rigurosa, y de esta manera tendrán en menos de una semana una ciudad tan lujosa y tan bien construida como la que acaban de abandonar, mientras que, libradas á sus propíos recursos, hubieran necesitado dos ó tres meses para edificar la misma profusión de almacenes y de casas de blanca cerá.