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CALDERON

CLAR. Soy un hombre desdichado
Que, por quererme guardar
De la muerte, la busqué.
Huyendo della, encontré
Con ella; pues no hay lugar

Para la muerte secreto:
De donde claro se arguye,
Que quien más su efecto huye,
Es quien se llega á su efeto.

Por eso tornad, tornad
A la lid sangrienta luego,
Que entre las armas y el fuego
Hay mayor seguridad

Que en el monte mas guardado.
Pues no hay seguro camino
A la fuerza del destino
Y á la inclemencia del hado;

Y así, aunque á libraros vais
De la muerte con huir.
Mirad que vais á morir,
Si está de Dios que muráis. (Cae dentro.)

BAS. ¡Mirad que vais á morir, si está de Dios que muráis!
Qué bien (¡ay cielos!) persuade nuestro error, nuestra ignorancia
A mayor conocimiento, este cadáver que habla
Por la boca de una herida, siendo el humor que desata
Sangrienta lengua que enseña que son diligencias vanas
Del hombre, cuantas dispone contra mayor fuerza y causa.
Pues yo, por librar de muertes y sediciones mi patria,
Vine á entregarla á los mismos de quien pretendí librarla.

CLOT. Aunque el hado. Señor, sabe todos los caminos y halla
A quien busca entre lo espeso de las peñas, no es cristiana
Determinación, decir que no hay reparo á su saña.
Sí hay, que el prudente varón victoria del hado alcanza;
Y si no estás reservado de la pena y la desgracia,
Haz por donde te reserves.

AST. Clotaldo, Señor, te habla
Como prudente varón que madura edad alcanza.
Yo como joven valiente. Entre las espesas matas
De ese monte está un caballo, veloz aborto del aura;