justicia ó los Robles , á pesar de qoe los his- toriadores se empeñan en abultar algunos de- sórdenes , irreníédiables *n el primer arranque del turor popular. Llegó al rey la nueva de estas alteracio- nes, y conoció ya tarde su desacuerdo en haber irritado á los castellanos ; sucediendo entonces, como siempre, que si se levantan los pueblos para conseguir lo que de justicia se Ies debe y se les negó con tiranía, no basta ya el concedérselo aporque mas parece saeri- liéio hecho á la fuerza , que cumplimiento dé obligación ó don de generosidad. Olvidó el réy esta máxima, y creyó apagar el incendio dé las Comunidades , accediendo á las princi- pales dcmandas.de Toledo; prometiendo que nunca se daría ningún oficio á extrangeros, qué no se cobraría el servicio otorgado en las Gorfes de la Coruña á las ciudades que hu- biesen perseverado leales , ó á las que sé re* duxesen á obediencia , y que las rentas reales se darian por encabezamiento, como estaban en tiempo de los rqy es católicos, y no por pujas exórbjtantes , tan odiadas del pueblo, Éstas concesiones, que dos meses antes hubie- ran evitado los horrores y escándalos de la
