en el lecho se ruborizó un tanto : quizá temía que, al volver a la realidad, le adivinase su sueño. Después dióse vuelta para seguir durmiendo, o para rever con la memoria lo tejido por genios que, al cerrar los ojos, abren las ventanas del espíritu. Agitándose repentinamente, exclamó :
— »¿ Sois vos, señor, el propietario de un nuevo modo de marcar el tiempo? ¿No sentís una voz que podría ser la de un reloj de arena, que al cobrarla se enloqueciese ?
— »Ni lo soy, ni siento nada — respondí.
— «Escuchad — agregó él ; — tras de la puerta suena un tic-tac.
«Sentí frío, me arrojé del lecho. En el corazón de la puerta misma sentíase como un rechinar de dientes, con leves pausas ; y el ruido parecía oir nuestras voces y callaba, y después, sobre nuestro silencio, alzábase de nuevo con insistencia.
— »Es — dije — el gusano carpintero.
— »¡ Ah ! — contestó alegremente, — no le conocía ; ¡ea!, honrado trabajador, a dormir, es tarde.
»Le pregunté si tenía enemigos en la comarca, si su puñal y su alfanje estaban afilados ; y después de responderme que era la primera vez que por allí pasaba, rebosando de hilaridad, exclamó :