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Para mí son la muerte.

Aquel poeta pensaba :

La lluvia se prepara. Los ganados volverán a pacer en las campiñas reverdecientes, y mi dulce amada, conduciendo el hato, traerá, entre el alegre triscar, la paz y la ventura.

No sé si el poeta realizó su anhelo. Sé que el espacio encapotado me horroriza. Así, en el buen mundo, el mismo árbol ofrece la tabla del ataúd y el techo de la vivienda. Al ver las nubes, pienso en el rayo y no en el agua. Hubo, en verdad, un rayo que pulverizó la mayor hermosura de la tierra.

Al sentir los ojos de la virgen en los míos, onda de ternura era mi corazón, y solamente en ella, se me reveló la vida. Al aspirar la boca de la virgen, canto vibrante era mi alma, pues besaba en sus labios el sueño de las flores y la voz de las fuentes. ¿Por qué dejé el desierto por el valle de Andalucía?

Feliz era en mi tienda. ¿Por qué correr tras nuevos mundos? Yo no conocía a la virgen, y al verla por la primera vez la dije : «Abandoné la tribu para encontrarte.»

Desde entonces, mi alma fué más inseparable de la suya que el cabello de su frente, y el carmín de su boca, y la mirada de sus ojos.

Tardes y auroras, sabéis cómo el amante del