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ÉGLOGA
A la que, inquieta como un médano, es mi constante pensamiento, la encontré en la tarde hermosa de un hermoso día, meditando al pie de su camello.
Ella me dijo :
— ¿ Por qué me haces llorar ?
Yo le respondí :
— Porque tus lágrimas corren por tus mejillas, y me place en pleno día ver flores llenas de rocío.
Yo le dije :
— Tus ojos descubiertos son como el horizonte estival, que sin nubes tiene relámpagos. ¿Por qué los ocultas siempre bajo el velo?
Ella me respondió :
— Porque me encanta mirar en los tuyos el deseo de verlos.
Ella me dijo :
— ¿Por qué hiendes el arbusto de la mirra?
Yo le respondí :