— Porque pienso que tu boca, entreabierta por el beso, debe manar zumo perfumado, como el arbusto herido.
Yo le dije :
— ¿Por qué me huíste ayer presurosa?
Ella me respondió :
— Porque me divierte ver correr irritada mi sombra.
Ella me dijo :
— ¿Por qué estudias el cultivo de anémonas y azucenas?
Yo le respondí :
— Para tener en la tierra un jardín semejante al que tú haces nacer en mi alma.
Yo le dije :
— ¿Por qué miras tan a menudo el lago?
Ella me respondió :
— En la ribera siento mi esperanza vivir como las flores, y me pregunto por dónde debe dirigirse el remo para encontrar la orilla en que penden los frutos de los árboles.
Ella me dijo :
— ¿ Y tú también a veces no lo miras ?
Yo le respondí :
— ¿No son cambiantes inaccesibles, como las ideas de la juventud de mi amada, los crepúsculos y auroras de sus reflejos?