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perfumes de granados, y vides, y cinamomos, nos envolvían, penetrantes, expansivos, cual si quisiesen embalsamar con su aliento la tierra y el espacio.
Yo le dije :
— Amor es mi nombre. ¡ Por él he su trido !
Ella me respondió :
— Amor es el mío. ¡ Por él he llorado !
Ella me dijo :
— ¡ Que jamás la vida nos separe !
Yo le respondí :
— ¡ No separarse es lo único que es vida !
Mis labios se imprimieron sobre sus labios. Sus párpados se entornaron, y su cabeza, doblándose, se apoyó en mis manos. Después abrió los ojos.
Yo le dije :
— ¿ Qué miras ?
Ella me respondió :
— La primer estrella.
El camello debió de oiría ; desvióse con suavidad, y encaminó hacia el astro su nuevo rumbo.