origen divino. Mi caudal debía descender del cielo, y a veces arrastraba flores, ramas y frutos del Paraíso. Nadie se atrevía a tocar esos tributos, y con respeto los dejaban ir a confundirse en el mar desconocido. Hacían bien en creerme de tal cuna. Aunque en realidad no existan en mis fuentes archipiélagos encantados con áspides de voz humana y espíritus misteriosos, soy el pensamiento de Dios entre los hombres. Pero éstos idearon, para premiar mis amores fecundos, el arrojarme una noble doncella, cubierta de joyas y galas nupciales. Recibíala entonces cuidadosamente hasta ponerla entre los lotos de las orillas, como en cuna armoniosa y perfumada. El crimen resultaba leyenda, mas ellos no comprendían su ferocidad : es cierto también que el noble hierro dio siempre en esta tierra más espadas que arados.
»En tanto, Isis, llorando a Osiris, acrecía en otro tiempo mis a^uas ; y las contreras, amenazadas por el hambre, y por eso sin belleza, esperaban mi visita. No importa que aquellos dioses pasaran ; otros dejan caer siempre en mi seno lágrimas de los ojos fantásticos de las estrellas. Así lo dice el pueblo que me adora, no ya como a un dios, pero siempre como a un padre. Salto impetuoso, entonces, con los bríos de un torrente. Las cataratas moderan