del mastaba, se vuelve al muerto, resucitándole como a Osiris en nombre de Isis, el poder de usar su boca. Los ritos están perfectamente determinados en el Libro de los Muertos. Los deudos no quedan libres con el sacrificio de los funerales, y tienen que seguir conservando la vida del Doble. Sacerdotes especiales, adscriptos al servicio de un sepulcro, o los mismos parientes, llevan a la tumba agua y alimentos ; pero como después de varias generaciones es difícil conservar tales prácticas con muertos desconocidos, se pintan en los muros bestias y simientes.
Estas aparecen en la capilla, en los corredores y en la cámara mortuoria, mezclándose a escenas completas. Así, por ejemplo, el trigo naciente en un panel, surgirá en otro con maduras espigas, y será después cosechado. Un buey que rumia tranquilo, aparecerá aprisionado y muerto, y puesto al fuego y, al fin, comido. En tanto, bestias, cosas y servidores, son objetos y seres que murieron, y esperan para existir la palabra del conjuro. El Doble debe, para ello, recordar la lección del Libro de los Muertos, y no olvidar su identidad grabada en la Estela. Si el tono de la fórmula es justo (makheru), los Dobles de los bueyes marchan al sacrificio, sobre los campos brotan trigos, y acu-