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ruta difícil, en la esterilidad abrumadora, en el implacable ardor del aire entre las laderas, y se desarrolla el camino simbólico, mostrando al fin una caverna hospitalaria en una tumba.

Como en la otra parte del valle están los templos de los Dobles correspondientes a los cuerpos encerrados en los sepulcros reales, falta en éstos la capilla. Las decoraciones varían también, comparadas con las de los particulares. En el templo de los Dobles están las escenas de la vida, semejantes a las que cubren los muros de la necrópolis de Menfis, y aquí en las tumbas solamente se desarrollan las ultraterrenas. Tratemos de explicarlas. A más del Doble, se creía en una alma, destinada a recorrer el Duait. Este infierno era un valle, dividido en doce provincias, correspondientes a las doce horas de la ausencia del sol. El hombre, muriendo cual el astro, revivía como él. Cada provincia estaba llena de genios malévolos, que impedían el pasaje del alma. Esta, para vencerlos, debía no olvidar las fórmulas contenidas en el Libro de las Puertas y en el Libro de lo que hay en el Infierno: por eso, sus reproducciones exactas se grababan y se pintaban en las paredes que conducen al sarcófago. Vense también Las letanías del Sol, o sea las setenta y cinco transformaciones que sufre Ra, y que el faraón te-