nía que conocer para poder confundirse con el dios... En la región sexta, entre cuarenta y dos jueces, encontrábase a Osiris. Nuestra conciencia era para ellos el corazón, pesado, cuando con faltas, y ligero cuando puro. Horo y Anubis se encargaban de averiguarlo y Thot hacía saber la sentencia. El alma recitaba, en tanto, la confesión del Libro de los Muertos. Si la sentencia era adversa, volvía al mundo hasta purgar sus crímenes ; si favorable, pasaba a los Campos de Yalou. Allí labraba la tierra, carga de que podía librarse por medio de las fórmulas ; y por último, abismábase en la luz infinita, al unirse al cortejo de los astros.
En estos sepulcros se encuentra también grabado El libro de la abertura de la boca, pero en realidad esta ceremonia se hacía en los funerales mismos. La momia del faraón poníase en pie contra la puerta. Las lloronas y sus parientes despedíanse, cantando himnos entre sollozos. El rey inmolaba un toro. Los sacerdotes descuartizaban el animal, y uno de los superiores ponía un pedazo en la boca del muerto. Como éste no quería comer, observación iniátil en el relato, el gran sacerdote lo lavaba con agua sagrada envolviéndolo también en nubes de incienso. Después, en su canto, se proclamaba Horo hijo de Osiris, y con el mismo poder con