QUINTAS
En el camino del museo Guiseh presenciamos una escena muy diversa. Grupos de hombres y mujeres esperan, delante de la gran caserna, el sorteo de los soldados. La característica de este pueblo es berrear hasta ensordecer, al menor incidente de la vida callejera o a la menor disputa por una mosca que vuela. Asombra, pues, el observar a hombres y mujeres, en pie o tendidos por tierra, con inmovilidades de esfinge. Expendedores de frutas y dulces han construido sus tiendas, y en vano pregonan sus mercancías : nadie se mueve. Apenas si algún sakka, de odre de pellejo de cabra sobre el hombro, es llamado y se le compra un vaso de agua ; o si algún beduino de manto azul y albornoz blanco se regala con los jugos de azahar vendidos por un hemalí. Y llegan incesantemente, tiradas por burros, plataformas sobre dos ruedas, cubiertas de mujeres. Y éstas bajan alineándose silenciosas, envueltas en el chai negro, con el milayeh abierto sobre los ojos y ligado a las