«¡ Y por qué no olvidarán lo humano ! — exclama ; — el templo de Afrodita nos lanzó a los malecones, las plazas y las calles. Yo soy Krysé de Alejandría.»
La cortesana abre su manto.
«¡ Bendita sea tu madre !» — canta el de Salamanca, sonando un par de invisibles castañuelas en los dedos.
El historiador, envolviéndose con armonioso ademán en los innumerables pliegues de su manto :
- «¡ Oh 1 tú que te llamas Krysé — dice — y eres bella como Venus, tú recoges la sonrisa de la mañana y la frescura de los mares, y anticipas el día, siendo a media noche la Aurora y tú...»
«Vamos» — grita la cortesana ; y le interrumpe y desaparece con ambos, flexible como una rama de olivo, envuelta en cabellos rubios como espigas.
Se llevan por delante a un personaje que misteriosamente murmura al oído de Pierrot :
«Yo soy la momia de Sesostris. Hace ya tanto tiempo de mi reinado, que no me acuerdo si ése fué mi nombre. Dicen que llegué al Ganges, conquistando después las tribus escíticas, para descender hasta la Tracia ; y en realidad todo eso es como un sueño desvanecido. Pero si escribir mi historia les divierte, hacen bien