en inventarla. No hay peor cosa que el hastío : me he fastidiado siglos en la sombra de mi tumba, me aburro en la luz que se mofa de mi sequedad pétrea y baila a través del vidrio dentro de mi caja en el museo... Salgo, no ávido de guerras ; ávido de flores y mujeres. Pero cuidado con delatarme. Estoy harto de ser creído rey y dios ; no deseo flores ofrecidas como al buey Apis con la rodilla en tierra. Quiero encontrar a las mujeres que me hablan en lenguas nuevas. Se me aproximan con el rostro descubierto, bajo un extraño klaft, donde a veces llama mi atención algún pájaro ; pobre pájaro, momia como yo, con las alas amortajadas en su propio color viviente. Quiero oir y saber lo que significan algunas pocas de sus palabras que no entiendo. Dicen al observarme : tres DRÔLE, por ejemplo, o qué tipo.»
«C'est plutót aimable, mi querido» — responde el Pierrot.
El rey prosigue sonriendo :
«Daría todo mi viejo imperio por un beso, un solo beso, de esas bocas llenas de gracia en que las frases deben de tener algo del vuelo de los pájaros o el sabor y el rojo de las guindas, que traen también a menudo en sus cabezas. Nunca podrás imaginarte, amigo, lo que es ver aves, frutas y flores, bajo el vidrio de mi prisión, so-