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Página:Las Fuerzas Extrañas.djvu/40

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LA LLUVIA DE FUEGO

mucho más cerca, y como ahogado en cenizas. Sobre el lago flotaba un denso vapor, que algo prevenía la extraordinaria sequedad del aire.

Percibíase claramente la combustible lluvia, en trazos de cobre que vibraban como el cordaje innumerable de un arpa, y de cuando en cuando mezclábanse con ella ligeras flámulas. Humaredas negras anunciaban incendios aquí y allá.

Mis pájaros comenzaban á morir de sed y hube de bajar hasta el aljibe para llevarles agua. El zótano comunicaba con aquel depósito, vasta cisterna que podía resistir mucho al fuego celeste; mas por los conductos que del techo y de los patios desembocaban allá, habíase deslizado algún cobre y el agua tenía un gusto particular, entre natrón y orina, con tendencia á salarse. Bastóme levantar las trampillas de mosaico que cerraban aquellas vías, para cortar á mi agua toda comunicación con el exterior.

Esa tarde y toda la noche fué horrendo el espectáculo de la ciudad. Quemada en sus domicilios, la gente huía despavorida para arderse en las calles, en la campiña desolada; y la población agonizó bárbaramente, con ayes y clamores de una amplitud, de un horror, de una variedad estupendas. No hay nada tan sublime como la voz humana. El derrumbe de los edificios, la combus-