corren estos parajes buscando el rastro de los guerreros de Cristo.
El señor de Mommellou añadió á su vez que Jafa había sido teatro de las fábulas del paganismo. Su nombre era el de una hija de Eolo; y San Jerónimo cuenta que le enseñaron allí la roca y el anillo en que Andrómeda fué entregada al monstruo de Neptuno. Plinio añade que Escauro llevó á Roma los huesos de dicho animal, y Pausanias refiere que existe todavía la fuente donde Perseo se lavó las manos cubiertas por la sangre del combate.
Y todo lo contaron los caballeros Acardo de Mommellou y Guillermo de Sabrán, porque sabían muchas letras de historia aprendidas en los pergaminos de los monasterios.
De repente, al llegar junto á las ruinas de una cisterna seca, advirtieron que Wilfrido no iba ya con ellos. Era indudable que se había extraviado en tan peligroso sitio, pero no podían buscarle, pues de las naves que iban á custodiar dependía la toma de la ciudad santa. Y por si era tiempo aún, galoparon soplando sus cuernos hacia las murallas próximas.
Abu-Djezzar gobernaba la ciudadela. La fortaleza se levantaba, dominando el mar, entre un bos-