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EL ESCUERZO

su presa. Antonia miró con indecible expresión de terror á su hijo; dormía, vencido por el sueño, respirando acompasadamente.

Entonces, con mano inquieta, dejó caer sin hacer ruido la tapa del pesado mueble. El animal no se detenía. Seguía saltando. Estaba ya al pie de la caja. Rodeóla pausadamente, se detuvo en uno de los ángulos, y de súbito, con un salto increíble en su pequeña talla, se plantó sobre la tapa.

Antonia no se atrevió á hacer el menor movimiento. Toda su vida se había concentrado en sus ojos. La luna bañaba ahora enteramente a pieza. Y he aquí lo que sucedió: El sapo comenzó á hincharse por grados, aumentó, aumentó de una manera prodigiosa, hasta triplicar su volumen. Permaneció así durante un minuto, en que la pobre mujer sintió pasar por su corazón todos los ahogos de la muerte. Después fué reduciéndose, reduciéndose hasta recobrar su primitiva forma, saltó á tierra, se dirigió á la puerta y atravesando el patio acabó por perderse entre las hierbas.

Entonces se atrevió Antonia á levantarse, toda temblorosa. Con un violento ademán abrió de par en par la caja. Lo que sintió fué de tal modo horrible, que á los pocos meses murió víctima del espanto que le produjo.