aire se iría enrareciendo, lo que haría fatigosa la respiración, y, sin embargo, la presión atmosférica, en vez de disminuir, se acrecentaría progresivamente. Esta aparente contradicción se explica teniendo en cuenta que, si bien los materiales que forman la atmósfera recibirían constantes refuerzos, en cambio se elevaría mucho más la capa gaseosa que rodea nuestro globo.
El 10 de Febrero habríamos avanzado ya hacia el Sol más de 60 millones de kilómetros, y no bajaría de 80 grados centígrados el calor que nos enviase; verdad es que la mayor elevación de la atmósfera neutralizaría en gran parte la violencia de esa verdadera lluvia de fuego. A pesar de todo, los arroyos estarían ya secos, y los grandes ríos, en gran parte evaporados, dejarían al descubierto mucha extensión de su cauce. Sería necesario que los hombres empezasen á refugiarse en sótanos ó cavernas de gran profundidad para ir haciendo frente á situación tan angustiosa. Hacia el 20 de Febrero cortaría nuestro planeta la órbita de Mercurio, y ya entonces recibiría un calor de más de 200 grados y una luz intensísima. Es probable que ya para entonces hubieran dejado de ser visibles las estrellas y la misma Luna, pues la densidad de la atmósfera y el exceso de vapor de agua en la misma, impedirían que llegase á nosotros la débil luz de esos astros; en todo caso, la Luna se divisaría de un modo muy confuso y como una mancha pálida muy aumentada por la refracción atmosférica.
El Sol, á pesar de la gran fuerza de su luz, nos.