presentaría su disco muy enrojecido y debilitado á través de aquellas espesas nubes.
En los días siguientes, la vida orgánica empezaría á desaparecer de la Tierra. Los grandes ríos se habrían reducido á charcos humeantes; el mar presentaría el aspecto imponente y terrible de una inmensa extensión de agua hirviendo, y entre espesas nubes de blanco vapor se alzarían en su superficie, ya muy rebajada de su nivel, oleadas gigantescas, formadas por la ebullición y por la fuerza atractiva del Sol, que determinaría colosales mareas.
Los árboles y los animales habrían desaparecido ya, convirtiéndose en humo y carbón, y el subsuelo se caldearía bien pronto, imposibilitando la vida de los últimos seres humanos refugiados en las cavernas ó sótanos.
—¿Y no les quedaría el recurso de refugiarse á mayores profundidades? —preguntó Luis.
—Sólo hasta cierto punto, porque más abajo de la zona en que la temperatura es constante, y que está casi á flor de tierra, el calor empieza á aumentar, por término medio, un grado por cada 30 metros que se profundizan, de modo que el bajar mucho equivaldría á caer en un horno encendido por huir de otro. El interior de la Tierra, según todas las probabilidades, es un inmenso mar de metales fundidos é inflamados, cuya temperatura pasará en el centro de 200.000 grados, si es que se puede llegar á semejante calor; así es que por todas partes nos amenazaría el mismo peligro.