Página:Las Maravillas Del Cielo.djvu/139

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ced al movimiento de rotación de ese astro, que en épocas muy remotas se extendía quizá hasta las órbitas de los más lejanos planetas. A su vez los satélites han nacido de los planetas en tiempos en que éstos eran gaseosos y tenían un movimiento de rotación mucho más acelerado, relativamente, que el que conservan ahora. La Luna, pues, formó un día parte de la Tierra, desprendiéndose de nuestro ecuador en forma de un anillo gaseoso, que poco á poco fué condensándose y adquiriendo forme esférica.

Ahora, y para que tendáis una idea gráfica del tamaño comparado del Sol y de los planetas, os diré que, suponiendo que el Sol estuviese representado por una de esas grandes bolas de piedra que rematan algunos puentes, ó por una sandía enorme, Mercurio no sería sino un grano de mostaza; Venus, un grano de pimienta; la Tierra, un guisante; la Luna, una cabeza de alfiler pequeño; Marte, una cabeza de alfiler grueso ; los asteroides, polvos de salvadera; Júpiter, una granada; Saturno, una naranja de mediana dimensión, Urano, una cereza gruesa, y Neptuno, una ciruela pequeña. La masa del Sol viene á ser setecientas veces mayor que la de todos los planetas reunidos. Terminaré diciéndoos que el Sol es una de las muchas estrellas que forman la llamada Vía Láctea ó Camino de Santiago, que atraviesa como una faja blanquecina la mayor parte del cielo, y está formada por millones de astros casi invisibles, por la inmensa distancia que nos separa de ellos.