timonio de los sentidos, que vuestra primera impresión será de sorpresa y quizá alguna vez de disgusto, pues siempre es doloroso renunciar á las preocupaciones cuando han llegado á arraigarse en el espíritu. Tened en cuenta que al abandonar un error, por grato que parezca, y al adquirir el conocimiento de una verdad, salís siempre ganando en el cambio. Después de la primera impresión penosa viene la reflexión, y se llega á comprender que la antigua ilusión perdida era mucho menos bella de lo que creíamos.
Cuando oímos decir que la Tierra no está, quieta, ni es plana, ni constituye el centro del universo, sino que, por el contrario, es un astro apagado y redondo, mucho más pequeño que la mayor parte de los que vemos en la extensión celeste, y que además gira en derredor del Sol, ó como si dijéramos, forma parte de su escolta, parece como que nos sentimos humillados y empequeñecidos. Nos gustaba más la idea de que éramos los únicos seres racionales del universo, y de que el mundo que nos sirve de habitación era, no sólo el mejor de todos, sino el centro de todo lo creado. Pero esa impresión penosa no tiene fundamento serio; se reduce á una herida en la vanidad. Después viene la reflexión, y no podemos menos de confesarnos que el cielo, tal como nos lo revela la ciencia, poblado de mundos mucho mayores y más bellos que nuestro globo, es harto más grandioso y más sublime que el ideado antes por nuestra orgullosa fantasía. Al desengaño sigue bien pronto un sentimiento de admiración por la sabiduría y