Página:Las Maravillas Del Cielo.djvu/23

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sonas aparecen como puntos casi imperceptibles, y en resumen, todo el panorama de la tierra se presenta reducido como uno de esos lindos cuadros disolventes que habréis visto algunas veces en los teatros. No hay que decir que á medida que se sube se va ensanchando el horizonte en todos sentidos, observándose una particularidad, y es que la Tierra, en vez de presentar la convexidad con que desde aquí la vemos, resulta cóncava desde una gran altura, de modo que en los límites del horizonte parece que va elevándose hacia el cielo, mientras lo que está precisamente debajo del globo aparece hundido como el orificio de un embudo. Este fenómeno es una ilusión óptica, semejante á la que nos hace creer que el punto más alto del cielo es el que está sobre nuestra cabeza.

¿Veis la multitud de luceros que nos envían sus rayos á través del espacio y de la atmósfera? Todos, á excepción de cinco, son brillantísimos soles situados á enormes distancias de nuestro globo. Si cualquiera de esas estrellas se aproximara al mundo como lo está el Sol, tendríamos un día tan espléndido al menos como el que ese astro nos proporciona. Allá, en la dirección del Mediodía, centellea Sirio, la más grande de las estrellas que se ven en el cielo; pues bien: si llegase á colocarse á la distancia á que está de nosotros el Sol, no podríamos resistir su calor ni su brillo. Con deciros que es más de dos mil veces mayor que el astro del día, podréis comprender cuan temible sería su proximidad. Como débil mariposa que revolotea en torno de una luz y acaba por caer abrasada al