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Página:Las Maravillas Del Cielo.djvu/31

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cio, dando la vuelta al Sol; pero como el sol á su vez se mueve en torno de otro mucho más grande (una estrella situada en la constelación de Hércules), varía de posición en el cielo, y á su vez esa estrella girará en derredor de otra, y ésta de otra, y así sucesivamente. La Tierra se ve arrastrada en esta serie de movimientos: atraviesa siempre regiones nuevas, y no ha pasado ni pasará dos veces por el mismo sitio. Lo mismo les sucede á todos los demás astros, porque como os he indicado ya, ninguno está fijo; el movimiento es ley de la naturaleza y de la vida.

—¡Qué maravilloso es todo esto! —dijo Luis. —¿Quién habría podido creer que el Sol, que nos presentaban como tipo de la fijeza y como el más grande de los astros, sirve de planeta á otro Sol más poderoso que él?

—Hay algo que debe maravillarnos más que eso —repuso D. Alberto— y es que el hombre haya llegado á descubrir que la Tierra está en el cielo y es un astro como los demás. Pugna esto de tal modo con el testimonio de nuestros sentidos, que nos hace ver al Sol y á las estrellas dando una vuelta completa en el cielo cada veinticuatro horas, mientras la Tierra permanece inmóvil; que se han necesitado largos siglos de observaciones y cálculos para descubrir, no sólo que la Tierra se mueve en derredor de sí misma, dando una vuelta completa cada veinticuatro horas, sino también que gira en un año alrededor del Sol. Esto, que hoy nos parece tan sencillo, porque lo oímos repetir cien veces desde nuestra niñez, ha