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Amores míos... ¡qué pena!
Enmudecieron por siempre,
Rostros yertos como tierra...
Desde las tajadas rocas,
Desde esa excelsa eminencia,
Que allá ronca, habladme sombras;
No me asusta la voz vuestra...
Difuntos: ¿adónde fuisteis
a descansar en la huesa?
¿Entre qué empinados riscos
Os hallaré, en ondas quiebras?
Ningún escasillo acento
Entre los vientos resuena.
Ni entre el bramar de las cumbres
Oigo respuesta halagüeña.
Llorosa y deshecha en ayes,
Ansio el alba que no llega.
Amigos de los finados,
Cavad, preparad la huesa;
Pero hasta el punto que asome
Por allá, tenedla abierta.
¿A qué tardar, si mi vida
cual sueño exhalada vuela?
Moraré alli con los míos
Sobre el raudal que se estrella
Con estruendo redoblado.
Entre peñascos... y apenas
Anochezca, allá me arrojo
Por cumbres, vientos y selvas.
Y entono el duelo a los míos
En tristísimas endechas.