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tino, como hasta ahora lo he estado haciendo; voy a disfrutar lo presente, y lo pasado, pasado. En verdad que tienes mil razones, mi querido; los quebrantos se aliviarian para los hombres... Dios sabrá allá por qué los hizo de tal encarnadura... si no dedicasen con tanto ahinco su fantasía a recapacitar desdichas ya pasadas, más bien que a avenirse con una actualidad tolerable.

Tendrás a bien manifestar a mi madre que su encargo queda ventajosamente desempeñado, como se lo noticiaré en breve. Hablé a la tia, que no es, ni por asomo, tan desencajada como nos habían pintado. Es una señora vivaracha y vehemente, pero de sanisimas entrañas. Expliquéle la desazón de mi madre acerca de la retención de su parte de herencia. Expúsome sus motivos, fundamentos y contratos, bajo los cuales se hallaba pronta a desprenderse de cuanto apetecíamos, y algún tantillo más. En suma: no me internaré en pormenores, y baste decir a mi madre que todo quedará corriente; y en este asuntillo, amigo del alma, acabo de palpar de nuevo que la desidia y las trabacuentas ocasionan en el mundo más desconciertos, que el antojo y la maldad. A lo menos, estos dos causantes no menudean tanto.

Por lo demás, me hallo en mis glorias. La soledad es el bálsamo eficacisimo en estos sitios elíseos, y la actual estación de la juventud, enardece y cuaja mi pecho palpitante. Cada árbol, cada mata es un ramillete, y quienquiera se trocara en mariposa, a trueque de revolotear por un piélago oloroso y de empaparse en aromas, por alimento.