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cariño y la pasión leal que se le estaba viendo. Con efecto, se requeriría estar dotado de esclarecido numen poético, para expresar el brio de su ademán, la melodía de su habla y el ardor entrañable que despedían sus intensísimas miradas. No pronunció en palabra alguna la ternura, que rebosaba en toda su estampa y expresión, y pobrea cuanto intento manifestarte. Me enterneció especialmente con su zozobra de que pudiera yo maliciar siniestramente algún proceder impropio con ella, y dudar de su leal desempeño. ¡Cómo me traspasaba al hablarme de su estampa y gallardia, en medio de carecer de lozanía juvenil, que le tenían prendado y rendido, en términos que sólo cabe recordar en mis intimas entrañas! Jamás vi tal raudal de disparados, fogosos e insaciables anhelos, en tal grado de pureza, y, añado, de pureza ni ideada ni soñada. No me zahieras si te manifiesto que el recuerdo de tanta inocencia y veracidad me enardece el alma toda, que la imagen de tanta lealtad y ternura me acosa sin cesar, y aun me caldea, me sofoca y me acongoja.

Voy en busca de la señora, quiero verla... Pero más bien, si estoy en mi acuerdo, voy a sortearla.

Más acertado será verla por los ojos del amante; quizá no se aparecerá tal a los mios, como ahora la estoy viendo. Y, ¿a qué fin ajar su imagen?

16 de junio.

¿Por qué no te escribo?, me estás preguntando, y deres del gremio erudito? Debieras adivinar que lo paso bien, y por cierto... En suma: acabo de enta-