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arrebolados destellos del sol, y hasta los susurrantes escarabajos, retozaban a su despedida por el césped; y que este entretejido bullicio me apeaba sobre la tierra, donde el musgo exprime su alimento de los peñascos berroqueños, y la retama crece por las faldas aridísimas de la loma arenisca, me desentrañaba todo la intima, abrasadora y sagrada vida de la naturaleza. ¡Cómo abarcaba el conjunto en mis entrañas 'enardecidas, me empapaba como endiosado en su plenitud rebosante, y el augusto aparato del infinito universo se agitaba vivo en mi interior inflamado! Cercábanme enormes montañas, abríanse abismos ante mí, despeñábanse raudales hasta lo profundo; ríos arrolladores y bosques y montes retumbaban, y los veia batallar en las ensenadas de la tierra con su inapeable poderio, al paso que, por el suelo y los aires, giraban tantas especies de vivientes... Todo, todo se poblaba de millares de formas, y los hombres, apiñados en sus hogarcillos, se anidan, y, en su concepto, señorean el orbe anchuroso... ¡Pobre insensato, que todo lo contemplas enano, porque tú mismo eres pequeñísimo!... Desde las cumbres inaccesibles, sobre los desiertos sin hueIla humana, hasta el extremo del piélago desconocido, se tiende el espíritu del Hacedor perpetuo, y se vivifica hasta el polvillo que lo recibe y se remonta por los aires... ¡Ay! Entonces, como lo suelo hacer con las alas del águila que tramonta sobre mi cabeza, he volado hasta los términos del inmenso océano, y, en la copa espumosa del infinito, he sorbido el redoblado néctar de la vida, y sólo algún momento.