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LIBRO SEGUNDO

20 de octubre de 1771.

Ayer llegamos. El Embajador se halla indispuesto, y se mantendrá algunos días de recogimiento. Con tal que no sea desatento, corriente. Voy, voy viendo que el destino me avasalla con arduos trances. Buen ánimo, sin embargo. Un temple apacible da vado a todo. ¡Temple apacible! Me mueve a risa el ver esa palabrilla salida de mi pluma. Un asomo de sangre sosegada me haría el viviente más bienaventurado del orbe. ¿Cómo? Al paso que otros, con sus escasillos alcances fachendean ufanísimos, ¿desconfio de mis facultades y mis prendas? ¡Dios mío!, ya que me favoreces con tales finezas, ¿por qué me despojas de la mitad y las repones en presunción y complacencia?

Paciencia y más paciencia; todo se irá mejorando. Te protesto que tienes mil razones, querido mio. Al engolf de continuo entre las gentes, y al cómo obran, cómo se entrometen, estoy más bien

Werther
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