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Alberto? ¿Y en qué términos?... Perdóneme el Señor esta preguntilla.

8 de febrero.

Padecemos hace ocho días un temporal fierísimo; mas para mí es gloria. Desde que estoy acá no se ha engalanado el cielo con dia más apacible que cuando nadie me asalta y desencaja. En lloviendo, ventiscando, helando o deshelando; ¡hola!, digo para mí, no lo pasaré peor en casa que fuera, y entonces todo va de perlas. Asoma el sol con anuncios de serenidad... no puedo menos de prorrumpir: el cielo nos favorece, no faltarán visitas, ¿cómo es posible?

Mucho de saludos, risitas, recreo... todo majaderia, insensatez, bostezadero, por más que se charolen con otros dictados. Me les pondría mil veces de rodillas, para que no loqueasen así de temporal.

17 de febrero.

Me temo que el Embajador y yo vamos a descompadrar de remate, y muy pronto, por cuanto el hombre es absolutamente intolerable. Sus resabios en el despacho son tan sumamente ridículos, que no está en mi mano el dejar de contradecirle y entablar los negocios según mi método y mis alcances, aunque para él, como es de suponer, va muy a tuertas; sobre lo cual ha representado a—la Corte, y el Ministro me ha hecho una reconvención amistosa, pero, en fin, reconvención, y estaba en ánimo de pedir mi separación, cuando recibo de él una carta