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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

«¡Oh rey! coge ese libro, pero no lo abras antes de cortarme la cabeza. Cuando la hayas cortado colócala en la bandeja y manda que la aprieten bien contra los polvos para restañar la sangre. Después abrirás el libro.» Pero el rey, lleno de impaciencia, no le escuchaba ya; cogió el libro y lo abrió, encontrando las hojas pegadas unas á otras. Entonces, metiendo su dedo en la boca, lo mojó con su saliva y logró despegar la primera hoja. Lo mismo tuvo que hacer con la segunda y la tercera hoja, y cada vez se abrían las hojas con más dificultad. De este modo abrió el rey seis hojas, y trató de leerlas, pero no pudo encontrar ninguna clase de escritura. Y el rey dijo: «¡Oh médico, no hay nada escrito!» Y el médico respondió: «Sigue volviendo más hojas del mismo modo.» Y el rey siguió volviendo más hojas.

Pero apenas habían pasado algunos instantes, circuló el veneno por el organismo del rey en el momento y en la hora misma, pues el libro estaba envenenado. Y entonces sufrió el rey horribles convulsiones, y exclamó: «¡El veneno circula!» Y después el médico Ruyán comenzó á improvisar versos, diciendo:


¡Esos jueces! ¡Han juzgado, pero excediéndose en sus derechos y contra toda justicia! ¡Y sin embargo, ¡oh Señor! la justicia existe!

¡A su vez fueron juzgados! ¡Si hubieran sido íntegros y buenos, se les habría perdonado! ¡Pero oprimie-