te debo la primer ganancia del día.» Y dijeron las tres: «Quédate, ¡oh buen mandadero! y te tendremos sobre nuestra cabeza y nuestros ojos.» Y en seguida la proveedora se levantó y se ajustó el cinturón. Luego dispuso los frascos, clarificó el vino por decantación, preparó el lugar en que habían de reunirse cerca del estanque, y llevó allí cuanto podían necesitar. Después ofreció el vino y todo el mundo se sentó, y el mandadero en medio de ellas, en el vértigo, pues se figuraba estar soñando.
Y he aquí que la proveedora ofreció la vasija del vino y llenaron la copa y la bebieron, y así por segunda y por tercera vez. Después la proveedora la llenó de nuevo y la presentó á sus hermanas, y luego al mandadero. Y el mandadero, extasiado, improvisó esta composición rimada:
Después besó las manos á las tres doncellas, y vació la copa. En seguida, aproximándose á la mayor, le dijo: «¡Oh señora mía! ¡Soy tu esclavo, tu cosa y tu propiedad!» Y recitó estas estrofas en honor suyo: