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HISTORIA DEL MANDADERO...
¡A tu puerta espera de pie un esclavo de tus ojos, acaso el más humilde de tus esclavos! ¡Pero conoce á su dueña! ¡El sabe cuánta es su generosidad y sus beneficios! ¡Y sobre todo, sabe cómo se lo ha de agradecer!


Entonces ella le dijo, ofreciéndole la copa: «Bebe, ¡oh amigo mío! y que la bebida te aproveche y la digieras bien. Que ella te dé fuerzas para el camino de la verdadera salud.»

Y el mandadero cogió la copa, besó la mano á la joven, y una voz dulce y modulada cantó quedamente estos versos:


¡Yo ofrezco á mi amiga[1] un vino resplandeciente como sus mejillas, mejillas tan luminosas, que sólo la claridad de una llama podría compararse con su espléndida vida! Ella se digna aceptarlo, pero me dice, muy risueña: «¿Cómo quieres que beba mis propias mejillas?» Y yo le digo: «¡Bebe, oh llama de mi corazón! ¡Este licor son mis lágrimas, su color rojo mi sangre, y su mezcla en la copa es toda mi alma!»


Entonces la joven cogió la copa de manos del mandadero, se la llevó á los labios y después fué á sentarse junto á sus hermanas. Y todos empezaron á cantar, á danzar y á jugar con las flores exquisi-


  1. En el texto original, «mi amigo». Los poetas árabes, por eufemismo, usan casi siempre el género masculino al hablar de sus amadas.