de lengua larga, y amarradlos unos á otros.» Y ejecutada la orden, dijeron los negros: «¡Oh señora nuestra! ¡Oh flor oculta á las miradas de los hombres! ¿nos permites que les cortemos la cabeza?» Y ella contestó: «Aguardad una hora, porque antes de degollarlos los he de interrogar para saber quiénes son.»
Entonces exclamó el mandadero: «¡Por Alah, oh señora mía! no me mates por el crimen de estos hombres. Todos han faltado y todos han cometido un acto criminal, pero yo no. ¡Por Alah! ¡Qué noche tan dichosa y tan agradable habríamos pasado si no hubiésemos visto á estos malditos saalik! Porque estos saalik de mal agüero son capaces de destruir la más floreciente de las ciudades sólo con entrar en ella.»
Y en seguida recitó esta estrofa:
Cuando el mandadero acabó de recitar, la joven se echó á reir.