si se escribiera con una aguja en el ángulo interior de un ojo, sería una lección para quien la leyera con respeto.» Y los otros dos contestaron lo mismo, y luego dijeron los tres: «Cada uno de nosotros es de un país distinto, pero nuestras historias no pueden ser más maravillosas, ni nuestras aventuras más prodigiosamente extrañas.» Entonces dijo la joven: «Que cada cual cuente su historia, y después se lleve la mano á la frente para darnos las gracias y se vaya en busca de su destino.»
El mandadero fué el primero que se adelantó, y dijo: «¡Oh señora mía! Yo soy sencillamente un mandadero, y nada más. Vuestra hermana me hizo cargar con muchas cosas y venir aquí. Me ha ocurrido con vosotras lo que sabéis muy bien, y no he de repetirlo ahora, por razones que se os alcanzan. Y tal es toda mi historia. Y nada podré añadir á ella, sino que os deseo la paz.»
Entonces la joven le dijo: «¡Vaya! llévate la mano á la cabeza, para ver si está todavía en su sitio, arréglate el pelo y márchate.» Pero replicó el mozo: «¡Oh! ¡No, por Alah! No me he de ir hasta que oiga el relato de mis compañeros.»
Entonces el primer saaluk entre los saalik avanzó para contar su historia, y dijo: