de beneficios, y me dijo: «¿Cómo iba yo á matarte, si soy tu esclavo?» Y añadió: «Escápate. ¡Te salvo la vida! Pero no vuelvas á esta comarca, porque perecerías y me harías perecer contigo, según dice el poeta:
¡Anda! ¡Podrás encontrar otras tierras que las tuyas, otros países distintos de tu país, pero nunca hallarás más alma que tu alma!
¡Piensa que es muy insensato vivir en un país de humillaciones, cuando la tierra de Alah es ancha hasta lo infinito!
¡Sin embargo... está escrito! ¡Está escrito que el hombre destinado á morir en un país no podrá morir más que en el país de su destino! Pero ¿sabes tú cuál es el país de tu destino?...
¡Y sobre todo, no olvides nunca que el cuello del león no llega á su desarrollo hasta que su alma se ha desarrollado con toda libertad!
Cuando acabó de recitar estos versos, le besé las manos, y mientras no me vi muy lejos de aquellos lugares no pude creer en mi salvación.
Pensando que había salvado la vida pude consolarme de haber perdido un ojo, y seguí caminando, hasta llegar á la ciudad de mi tío. Entré en su palacio y le referí todo lo que le había ocurrido á mi