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HISTORIA DEL MANDADERO...

padre y todo lo que me había ocurrido á mí. Entonces derramó muchas lágrimas, y exclamó: «¡Oh sobrino mío! vienes á añadir una aflicción á mis aflicciones y un dolor á mis dolores. Porque has de saber que el hijo de tu pobre tío ha desaparecido hace muchos días y nadie sabe dónde está.» Y rompió á llorar tanto, que se desmayó. Cuando volvió en sí, me dijo: «Estaba afligidísimo por tu primo, y ahora se aumenta mi dolor con lo ocurrido á ti y á tu padre. En cuanto á ti, ¡oh hijo mío! más vale haber perdido un ojo que la vida.»

Al oirle hablar de este modo, no pude callar por más tiempo lo que le había ocurrido á mi primo, y le revelé toda la verdad. Mi tío, al saberla, se alegró hasta el límite de la alegría, y me dijo: «Llévame en seguida á esa tumba.» Y contesté: «¡Por Alah! no sé dónde está esa tumba. He ido muchas veces á buscarla, sin poder dar con ella.»

Entonces nos fuimos al cementerio, y al fin, después de buscar en todos sentidos, acabé por encontrarla. Y yo y mi tío llegamos al límite de la alegría, y entramos en la bóveda, quitamos la tierra, apartamos la losa y descendimos los cincuenta peldaños que tenía la escalera. Al llegar abajo, subió hacia nosotros una humareda que nos cegaba. Pero en seguida mi tío pronunció la Palabra que libra de todo temor á quien la dice, y es ésta: «¡No hay poder ni fuerza mas que en Alah, el Altísimo, el Omnipotente!»

Después seguimos andando, hasta llegar á un