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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE
¡Mis ojos saben hablarte suficientemente para que la lengua sea inútil! ¡Sólo mis ojos te revelan los secretos ocultos de mi corazón!

¡Cuando te apareciste, corrieron por mi rostro dulces lágrimas, y me quedé mudo, pues mis ojos te decían lo necesario!

¡Los párpados saben expresar también los sentimientos! ¡El entendido no necesita utilizar los dedos!

¡Nuestras cejas pueden suplir á las palabras! ¡Silencio, pues! ¡Dejemos que hable el amor!


Y entonces la joven, habiendo entendido mis súplicas, soltó el alfanje. Lo recogió el efrit, y entregándomelo, dijo señalando á la joven: «Córtale la cabeza y quedarás en libertad; te prometo no causarte ningún daño.» Y yo contesté: «¡Así sea!» Y cogí el alfanje y avancé resueltamente con el brazo levantado. Pero ella me imploraba, haciéndome señas con los ojos, como diciendo: «¿Qué daño te hice?» Y entonces se me llenaron los ojos de lágrimas, y arrojando el alfanje, dije al efrit: «¡Oh poderoso efrit! ¡Oh héroe robusto é invencible! Si esta mujer fuese tan mala como crees, no habría dudado en salvarse á costa de mi vida. Y en cambio ya has visto que ha arrojado el alfanje. ¿Cómo he de cortarle yo la cabeza, si además no conozco á esta joven? Así me dieses á beber la copa de la mala muerte, no había de prestarme á esa villanía.» Y el efrit contestó á estas palabras: «¡Basta ya! Acabo de sorprender que os amáis. He podido comprobarlo.»