mía!», la otra: «¡Entraña de mi vida!», y la otra: «¡Oh llama de mi corazón!»
Después se me acercaron todas, y comenzaron á acariciarme, y me dijeron: «¡Oh convidado nuestro, cuéntanos tu historia, porque estamos sin ningún hombre hace tiempo, y nuestra dicha será ahora completa!» Entonces hube de tranquilizarme, y les conté una parte de mi historia, hasta que empezó á anochecer.
Inmediatamente encendieron numerosas bujías, y la sala quedó iluminada como por el más espléndido sol. Luego pusieron los manteles, sirvieron los manjares más exquisitos y las bebidas más embriagadoras, y unas tañían instrumentos melodiosos, cantando con encantadora voz, otras bailaban, y yo seguía comiendo.
Después de estas diversiones, me dijeron: «¡Oh querido de nuestros ojos, llegó la hora de la cama y del placer positivo! Escoge entre nosotras la que quieras, y no temas ofendernos, pues á cada una le tocará la vez una noche. Somos cuarenta hermanas, y cada una volverá después á jugar contigo todas las noches en el lecho.»
Yo, señora mía, no sabía cuál elegir, pues todas eran igualmente deseables. A ciegas alargué los brazos y cogí á una; ¡pero al abrir los ojos, los volví á cerrar, deslumbrado por su hermosura! Entonces aquella joven me asió de la mano y me llevó á la cama. Y pasé con ella toda la noche. Le di cuarenta asaltos de verdadero asaltador y correspondió