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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

La arrojé al Tigris, como he dicho, y como nadie me vió, pude volver á casa. Y encontré á mi hijo mayor llorando, y aunque estaba seguro de que ignoraba la muerte de su madre, le pregunté: «¿Por qué lloras?» Y él me contestó: «Porque he cogido una de las manzanas que tenía mi madre, y al bajar á jugar con mis hermanos, en la calle, ha pasado un negro muy grande y me la quitó, diciendo: «¿De dónde has sacado esta manzana?» Y le contesté: «Es de mi padre, que se fué y se la trajo á mi madre con otras dos, compradas por tres dinares en Basrah. Porque mi madre está enferma.» Y á pesar de ello, el negro no me la devolvió, sino que me dió un golpe y se fué con ella. ¡Y ahora tengo miedo de que la madre me pegue por lo de la manzana!»

Al oir estas palabras del niño, comprendí que el negro había mentido respecto á la hija de mi tío, y por tanto, ¡que yo había matado á mi esposa injustamente!

Entonces empecé á derramar abundantes lágrimas, y entró mi suegro, el venerable jeque que está aquí conmigo. Y le conté la triste historia. Entonces se sentó á mi lado, y se puso á llorar. Y no cesamos de llorar juntos hasta medianoche. E hicimos que duraran cinco días las ceremonias fúnebres. Y aun hoy seguimos lamentando esa muerte.

Así, pues, te conjuro ¡oh Emir de los Creyentes! por la memoria sagrada de tus antepasados, á que