casa los tres días del plazo. Porque ¿para qué voy á emprender pesquisas inútiles? ¡Confío en la voluntad del Altísimo!»
Y en efecto, Giafar no se movió de su casa en los tres días del plazo. Y al cuarto día mandó llamar al kadí é hizo testamento ante él, y se despidió de sus hijos llorando. Después llegó el enviado del califa, para decirle que el sultán seguía dispuesto á matarle si no parecía el negro. Y Giafar lloró más todavía, y sus hijos con él. Después quiso besar por última vez á la más pequeña de sus hijas, que era la preferida entre todas, y la apretó contra su pecho, derramando muchas lágrimas por tener que separarse de ella. Pero al estrecharla contra él, notó algo redondo en el bolsillo de la niña, y le preguntó: «¿Qué llevas ahí?» Y la niña contestó: «¡Oh padre! una manzana. Me la ha dado nuestro negro Rihán[1]. Hace cuatro días que la tengo. Pero para que me la diese tuve que pagar á Rihán dos dinares.»
Al oir las palabras «negro» y «manzana», Giafar sintió un gran júbilo, y exclamó: «¡Oh Libertador!» Y en seguida mandó llamar al negro Rihán. Y Rihán llegó, y Giafar le dijo: «¿De dónde has sacado esta manzana?» Y contestó el negro: «¡Oh mi señor! hace cinco días que, andando por la ciudad, entré en una calleja, y vi jugar á unos niños, uno de los cuales tenía esa manzana en la mano. Se la quité y
- ↑ Rihán significa arrayán, y también toda planta olorosa.