bre ti! ¡Dispénsanos de lance tan peligroso!» Ella les dijo: «¡Por Alah sobre vosotros! Bajad en seguida, si no queréis que avise al efrit, que os dará la peor muerte.» Entonces, asustados, bajaron hasta donde estaba ella, que se levantó para decirles: «Traspasadme con vuestra lanza de un golpe duro y violento; si no, avisaré al efrit.» Schahriar, movido de espanto, dijo á Schahzaman: «Hermano, sé el primero en hacer lo que ésta manda.» El otro repuso: «No lo haré sin que antes me des el ejemplo tú, que eres mayor.» Y ambos empezaron á invitarse mutuamente, haciéndose con los ojos señas de copulación. Pero ella les dijo: «¿Para qué tanto guiñar los ojos? Si no venís y me obedecéis, llamo inmediatamente al efrit.» Entonces, por miedo al efrit hicieron con ella lo que les había pedido. Cuando los hubo agotado, les dijo: «¡Qué expertos sois los dos!» Sacó del bolsillo un saquito y del saquito un collar compuesto de quinientas setenta sortijas con sellos, y les preguntó: «¿Sabéis lo que es esto?» Ellos contestaron: «No lo sabemos.» Entonces les explicó la joven: «Los dueños de estos anillos me han poseído todos junto á los cuernos insensibles de este efrit. De suerte que me vais á dar vuestros anillos.» Lo hicieron así, sacándoselos de los dedos, y ella entonces les dijo: «Sabed que este efrit me robó la noche de mi boda; me encerró en esa caja, metió la caja en el arca, le echó siete candados y la arrastró al fondo del mar, allí donde se combaten las olas. Pero no sabía que cuando desea alguna cosa una mujer no hay quien la venza. Ya lo dijo el poeta:
¡Amigo: no te fíes de la mujer; ríete de sus promesas! ¡Su buen ó mal humor depende de los caprichos de su vulva!